Amor de tirineos...


Cuando necesites escapar de ese mundo que tanto te disgusta, viajemos al mundo de los tirineos. Busquemos el final a lo infinito; saquémosle un minuto al segundo;  lancémonos y caigamos para arriba; que los perros maúllen y que los gatos ladren. ¡Qué bonito! ¿NO?


Los tirineos son unos hombrecillos de piel azul de Copenhague, tienen la zona conjuntiva de los ojos  negra y el iris color blanco; su cabello es algo curioso, cambia de color según su estado emocional. Puede ser negro, para representar la alegría; puede ser blanco, e indicará lo contrario; cuando están tímidos se torna verde; cuando se enamoran, porque también son dos géneros, se torna fucsia; también puede ser morado, significando molestia. Pero, este último no lo necesitan: son muy amables y la tristeza sólo la presentan cuando un tirineo fallece (la tristeza es porque, al morir uno de ellos, pasa a reencarnar en otro, el cual  nacerá muy lejos de su residencia de la anterior vida; pero esto es bueno, ellos saben que sigue existiendo).  Cada uno es único a su manera y, además, pueden tomar la forma que deseen (ellos saben que nadie lo usará para el mal, hay una confianza universal).

Un tirineo llevaba un regalo muy hermoso para una tirinea de la cual se había enamorado. Él estaba muy nervioso, por ello tenía el cabello naranja. Podía percibir su pequeño corazón latir a mil por hora. Para solucionar que ella se enterase del nerviosismo que tenía, tomó pastillas que durarían toda la velada. Además, había preparado esto desde hace mucho  y no quería defraudarla. Acordaron, así, encontrarse en una playa; ahí una mesa, unas velas, y todo lo necesario para una cena romántica los esperaban. Tomó su mano con sutileza, tenía miedo, pero debía seguir, la llevó a su sitio; y, como todo caballero, acomodó todo antes de sentarse.

La noche estaba hermosa, tenía ese deleitoso olor de amor. El cielo estaba despejado y no había rastro de malestares meteorológicos: ¡Todo hermoso!; las estrellas muy resplandecientes, pareciera que hubiesen  sido ubicadas en la posición exacta donde se necesitaban
-La noche está hermosa- comenzó el tirineo -, lo que más me gusta de ella es que tú estás presente.
-¡qué lindo eres! Gracias, en verdad, por el detalle- respondió la tirinea con esa vocecita que a muchas generaciones ha enamorado a los poetas.
-Algo que quise también darte el día de hoy es esto- continuó el tirineo, mientras sacaba el regalo que tenía oculto bajo el manto de la mesa. Ella, sorprendida, no sabía qué decir, fue entonces que el añadió:
-Sabes, me gustas mucho y estas estrellas serían pocas, comparadas con cada momento que pienso en ti.
Sorprendida, aún más ahora, ella dijo:
-          Tú me gustas mucho también y me gustaría compartir contigo todos mis días, pero, hace poco, me he dado cuenta de algo...
-          Si te he hecho algo, dímelo, por favor.
-          No eres tú, el problema es nuestra existencia.
-          Perdona, ¿nuestra existencia?- dijo el tirineo, esta vez mirándola a su ojos, notando así una tristeza enorme.
-          Nosotros existimos gracias a la imaginación de el lector de esta historia. Él, cuando termine de leer esto, todo habrá acabado y eso me causa nostalgia.
-          ¿Te refieres a que somos no más que unas simples letras de un tercero? Ello no importa, eso es lo bello, imagínate, seguiremos existiendo mientras haya alguien leyendo esto. Habrá quienes cuenten que existimos y predicarán este amor que ahora vivimos. Es maravilloso, y quiero que resalten que somos un infinito en la imaginación. Tú y yo por siempre, existiremos más allá que cualquier otro y no moriremos.

Ellos se abrazaron, las pastillas que había tomado perdieron su efecto y ambos mantenían un cabello color fucsia con rayos de oro. Su amor pasaría las barreras de su mundo. Ahora viven en ti, lector, no dejes que se vayan...

Autor: Unknown

Artículo Amor de tirineos... publicado por Unknown el 12 de abril de 2011. 0 comentarios.
 

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